lunes, 10 de septiembre de 2012

Actualidad


[MX] Texto del Mensaje institucional 
del Presidente de la Generalitat 
con motivo de la Diada Nacional de Catalunya











Estimadas y estimados compatriotas,

Celebramos la Diada Nacional de Catalunya inmersos en un clima de dificultades económicas y sociales crecientes, con una dureza casi sin precedentes desde la recuperación de la democracia y del autogobierno hace más de treinta años. La crisis que sufrimos, y que golpea a muchos conciudadanos nuestros, a menudo de manera lacerante, se hace larga y es más profunda de lo que se podía prever. Son situaciones que no gustan, con las que nadie se puede sentir a gusto, y que, en la medida en que no se escogen sino que te las encuentras, sólo dejan un camino: hacerle frente. Y dejar claro que por dura y larga que sea la época de adversidad que nos toca vivir, le daremos la vuelta, la superaremos y la dejaremos atrás.
Y recordaremos, ojalá durante generaciones, las causas y errores que nos condujeron a ello y las lecciones que estamos aprendiendo.

El presente que estamos viviendo nos pone constantemente a prueba, tanto individual como colectivamente. Como personas y como pueblo. Pone a prueba nuestra resistencia, nuestro espíritu de superación, nuestra imaginación, nuestra creatividad, nuestra iniciativa, nuestro modelo económico, nuestro modelo de estado del bienestar, nuestra generosidad, nuestro sentido del bien común y nuestro patriotismo. Todo esto está a prueba, y no es poca cosa.

Cuando la losa que tenemos encima pesa tanto, podemos caer en el fatalismo o en la desesperanza. Es humano, pero no nos conviene. Hace falta luchar, enconadamente y sin tregua, contra cualquier sentimiento de desaliento o de desfallecimiento que se pueda instalar en nuestra sociedad.

Para conseguirlo, os propongo tres miradas diferentes, y complementarias. La primera, hacia atrás, hacia nuestra historia. Veréis que pese a algunas derrotas, que en algún momento podían parecer definitivas, Catalunya nunca fue, ni se comportó, como un pueblo vencido. En las vicisitudes de nuestra historia encontraréis siempre motivos de esperanza.

La segunda mirada es a nuestro alrededor, hacia lo que nos rodea, hacia el presente. Veréis muchos ejemplos de personas, de colectivos y de entidades que actúan con gran generosidad, con un altísimo sentido del deber y de la

responsabilidad, que hacen cosas, que ayudan, que se mueven, que se movilizan por toda clase de causas nobles; en todas estas personas que, afortunadamente, se cuentan por millares y millares, encontraréis también motivos de esperanza.

La tercera mirada es hacia adelante, hacia el futuro. Nunca como ahora Catalunya había estado tan cerca en su aspiración y en su anhelo de plenitud nacional. Cada día que pasa más y más catalanas y catalanes se incorporan al sentimiento y al concepto que es a nosotros, los siete millones y medio de personas que configuramos la Catalunya de hoy, a quienes nos corresponde decidir libremente nuestro futuro como pueblo y como nación. También este es un sólido motivo de esperanza.

La transición nacional que la sociedad catalana está llevando a cabo tiene un primer objetivo ampliamente aglutinador y compartido: el pacto fiscal. El pasado mes de julio, nuestro Parlamento aprobó por holgada mayoría la propuesta a defender en las próximas semanas. Así lo haremos. Es urgente, justo y necesario.

El pacto fiscal es el ejemplo más evidente y socialmente más transversal de esta transición nacional. Catalunya tiene suficiente energía interna para vivir mejor de lo que vive. Producimos suficientes recursos y suficiente riqueza para vivir mejor de lo que vivimos. No hay batalla más urgente ni reto más importante que la soberanía fiscal de nuestro país. Y más en estos momentos.

En los últimos tiempos ha quedado definitivamente claro que las legítimas aspiraciones nacionales de Catalunya son inseparables del bienestar de sus ciudadanos. Es por eso que la soberanía fiscal es a la vez un acto de afirmación nacional y un acto de afirmación social, en la medida en que los principales perjudicados por el hecho de no tenerla son las personas individuales y concretas, con nombres y apellidos. Aspiramos a más como nación porque aspiramos a más como sociedad, y viceversa.

La falsa contraposición entre las aspiraciones nacionales de Catalunya y el bienestar de sus ciudadanos ha quedado en evidencia. No aspiramos a más en unas cosas y a menos en otras: aspiramos a más y lo suficiente, porque queremos ser una sociedad europea como cualquier otra.

La plenitud nacional de Catalunya y el bienestar y la cohesión de sus ciudadanos no son elementos contradictorios, sino todo lo contrario.

Son tiempo de decisiones difíciles. Muchas de las que se tienen que tomar no son precisamente agradables. Nos movemos entre las incertidumbres y debilidades del proyecto europeo, y del euro, y la carencia de visión y de sentido de Estado que impera en España, y que impide sumar esfuerzos en un momento en el que esta suma es tan decisiva. Europa no acaba de encontrar su camino, y España se empeña en deshacer el suyo. Catalunya se mueve en medio de este escenario que no controlamos, pero que nos condiciona en el día a día. Si queremos mantenernos de pie en medio de estas fuertes turbulencias, y no perder el rumbo, nuestro país tiene que navegar sabiendo que cuando el agua inunda el barco hace falta sacarla cómo sea, si puede ser con el esfuerzo de todo el mundo, a cambio de seguir flotando y de poder llegar a buen puerto, una vez superada la tormenta. 

Precisamente porque tenemos que estar sacando agua del barco de manera constante, pido no sólo comprensión, sino compromiso e implicación a todo el mundo. La pido, pero sobre todo la agradezco, porque soy plenamente consciente de que gracias a la tarea de muchas personas a menudo anónimas, Catalunya se enfrenta a las dificultades con gran dignidad y notable eficacia. No puedo, todavía, anunciar que hemos dado la vuelta a la situación, porque no quiero traicionar la verdad ni engañar o engañarnos. Pero sigo manteniendo una fe indestructible en que saldremos adelante, fortalecidos y con unos valores más firmes y más sanos como personas y como pueblo.

Deseo de todo corazón que tengáis una buena Diada. De afirmación y de movilización, siempre presididos por el civismo y por el respeto a las ideas de los otros, aunque no las compartamos.

Mañana muchos compatriotas os manifestaréis en Barcelona. Mi corazón estará con vosotros. Mi espíritu y mi compromiso, también. A mí, como Presidente de Catalunya, me corresponde un rol más institucional, sumando afinidades, aglutinando voluntades, preservando siempre que se pueda la unidad del pueblo catalán. Aun así, aunque sea en silencio, sabed que vuestro clamor es el mío, que vuestra voz es la mía, que vuestros anhelos son los míos. Porque en definitiva, sean voces por el pacto fiscal, por el estado propio, por el respeto que merecemos como nación pacífica y democrática que somos, o por nuestra dignidad, son todas voces que se levantan en la misma dirección: ¡más justicia y más libertad por Catalunya! Cada cual decidirá como quiere participar en la Diada. Sea en los actos institucionales, en los de movilización en la calle o desde otros lugares, hagámoslo siempre con espíritu de suma, sabiendo que somos y seremos observados, dejando sentir nuestra voz, serena y clara, y exhibiendo y proclamando la firmeza de nuestras convicciones, de nuestro compromiso y de nuestra estima por Catalunya.

¡Viva Catalunya!



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